lunes, 31 de marzo de 2014

La Chumanga




Por alguna actividad del grupo de ecología de mi liceo, alguna vez estuve en un campamento científico, en la ciudad de Victoria. Fue una actividad muy entretenida y novedosa, que jamás olvidaré.

Durante el desarrollo de esta actividad, fuimos recibidos por alumnas de un colegio local: La Vanessa, la Claudia, y la Natalia... Terminada la actividad nos dimos las direcciones - Por esos tiempos no era tan común tener teléfono, y los computadores eran algo casi desconocido...

Pasaron los meses, algunos años, y seguíamos en contacto... Cartas iban y venían... ¡Qué tiempos aquellos!... – Todavía conservo la mayoría de las cartas en una caja pequeña...

Hasta que un día recibí una invitación para ir a visitar a Natalia. Ella era hija del director de la escuela especial, y vivía en una pequeña casa que había junto a la misma... Su madre me atendió muy bien; su padre, no salió de la pieza...

Salimos a dar una vuelta por la ciudad, fuimos a la casa de Claudia, charlamos de todo un poco y luego me acompañaron al bus... Ningún bus entraba a Lautaro, así es que estaba predispuesto a caminar los 2km que había desde la carretera, hasta la ciudad...

Durante el viaje de regreso,  paré la oreja al oír que alguien más iba a Lautaro. Era una chica de cabello negro, grueso; rostro redondo, voz ronca, y bastante más baja que yo... Interrumpí su conversación, le pregunté que a qué parte de Lautaro iba... ¡Sorpresa!, era prima del Toño, el nieto de la vecina de mi abuelita, con quien jugaba ocasionalmente... Ella (quien se llamaba Paula), iba a la casa de su abuela...

Ya no haría solo el trayecto a casa... Caminamos juntos, conversamos de todo, y con el correr de los días, como vivíamos cerca, nos topamos más de una vez... Mi hermano menor la encontró muy bonita... Al parecer, se gustaron y comenzaron a salir... Nada serio, pero duró bastante... Ella se había venido a estudiar a la región, y se iba a quedar en casa de su abuela... Su mamá se quedó en su Punta Arenas natal...

Durante ese verano vi a mi hermano salir en bicicleta con ella, caminar; aprendió a fumar y también llegaba con rabia a la casa, ya que al parecer, la sureña gustaba de andar coqueteando (a pesar de estar acompañada)... Cosa que no era común ver por estos lados (al menos, en esos años)...

A mi papá le hacía mucha gracia, encontraba ‘harto avispada’ a la chumanguita... Y ella siempre iba de visita a la casa (a pesar de que con mi hermano ya no pasaba nada). Conversaba con mis padres y se iba al caer la noche...

¿Chumanga?... ¿Qué era eso?... Bueno, nada más y nada menos, que es como les dicen coloquialmente, a las personas nacidas en Punta Arenas y estrecho de Magallanes... No lo supe hasta mucho tiempo después... En cuanto a ella, hace muchos años que no la he vuelto a ver...

Ese periodo de la historia


Cuando yo nací, el año 1974, mi padre tenía 24 años y mi madre 22.
Su primer ejercicio electoral fue el año 1970, y sería el único que conocerían por mucho tiempo; hasta que en el año 1988, se realizó el plebiscito del “Sí” y el “No”...

Nací y crecí en ese período de la historia, donde ser de izquierda era malo; ser independiente era no ser “ni chicha ni limoná”; y que existiera algo llamado “derecha” sólo lo vine a saber ya de adolescente...

Mi infancia fue tranquila; no sabía de toques de queda, ya que a esa hora dormía... En fiestas patrias comprábamos “petardos”, “guatapiques”, “silbadores (o viejas)”, lo cual era legal y no llamaba demasiado la atención de la gente... Otra entretención era echar una piedra de carburo en un tarro con un hoyo en la base, activarlo con algunos escupos y hacerlo “tronar”, como si fuera un petardo... Jamás llegó algún uniformado a llamarnos la atención por ello....

Uno conocía a los vecinos por su nombre..., jugaba a la pelota en la calle..., caminaba al colegio, ya que no existían los furgones escolares..., llovía bastante y cada invierno había voladura de techos..., y sin embargo, la gente era feliz (o eso parecía). Los niños compartían y jugaban (apenas se conocían)..., era habitual ver rondar al ‘viejo del saco’..., y huir del ‘patas grandes’ (un señor que vivía en la calle y que alguna vez me dio un golpe con su bastón)...

Además de ayudar en la casa; estudiar y jugar eran nuestra únicas preocupaciones... Para hacer las tareas, la gente iba a la biblioteca municipal; un lugar muy acogedor que quedaba cerca de mi colegio... Los paseos del curso eran a la piscicultura; corríamos y jugábamos todo ese día, cada paseo, cada año...

Más de alguna vez viajé en tren a la capital del país... Un viaje llamativo, monótono, donde se dormía mal, y se despertaba a cada instante...

Extraño fue descubrir con los años, que en ese período murió gente, por pensar diferente..., los tontos útiles, decían los abuelos. Y tal vez tenían razón, pues, del extranjero llegaron Mesías anunciando la ‘alegría que ya venía’...

Esa alegría vino con revancha por lo ocurrido los años anteriores... De repente, quienes eran hijos de ‘milico’ eran ciudadanos de segunda clase... Los pobres recibían alguna limosna, esperanzas, y seguían siendo igual de pobres... Los ‘ricos’, seguían abultando sus fortunas... Se hablaba de la clase media, yo los veía a todos iguales...

Amigos comenzaron a verse con otros ojos... Que uno era hijo del capitalismo; que otro era hijo de la vieja que se enriqueció en el gobierno de la UP; que el otro era hijo del viejo que se llenó los bolsillos gracias a los milicos; que otro era guacho (como O’Higgins); que la otra era hija de la suelta de la tesorera del curso (que tuvo amoríos con el presidente del mismo curso)...

¿En qué mundo había estado yo todo ese tiempo?... ¡Yo pensaba que conocía a toda esa gente!... Siempre me saludaban, conversábamos, me contaban historias y compartíamos anécdotas... Nos contábamos chistes, comíamos del mismo plato y con la misma cuchara... Me pegaron los piojos (o yo a ellos)...


El tiempo ha pasado, los años se han ido sumando, y cuando nos topamos en la calle, nos quedamos mirando con cara de ¡Yo he visto a este tipo en alguna parte!...