Cuando yo nací, el año 1974, mi padre tenía 24 años
y mi madre 22.
Su primer ejercicio electoral fue el año 1970, y
sería el único que conocerían por mucho tiempo; hasta que en el año 1988, se
realizó el plebiscito del “Sí” y el “No”...
Nací y crecí en ese período de la historia, donde
ser de izquierda era malo; ser independiente era no ser “ni chicha ni limoná”;
y que existiera algo llamado “derecha” sólo lo vine a saber ya de
adolescente...
Mi infancia fue tranquila; no sabía de toques de
queda, ya que a esa hora dormía... En fiestas patrias comprábamos “petardos”,
“guatapiques”, “silbadores (o viejas)”, lo cual era legal y no llamaba
demasiado la atención de la gente... Otra entretención era echar una piedra de
carburo en un tarro con un hoyo en la base, activarlo con algunos escupos y
hacerlo “tronar”, como si fuera un petardo... Jamás llegó algún uniformado a
llamarnos la atención por ello....
Uno conocía a los vecinos por su nombre..., jugaba a
la pelota en la calle..., caminaba al colegio, ya que no existían los furgones
escolares..., llovía bastante y cada invierno había voladura de techos..., y
sin embargo, la gente era feliz (o eso parecía). Los niños compartían y jugaban
(apenas se conocían)..., era habitual ver rondar al ‘viejo del saco’..., y huir
del ‘patas grandes’ (un señor que vivía en la calle y que alguna vez me dio un
golpe con su bastón)...
Además de ayudar en la casa; estudiar y jugar eran
nuestra únicas preocupaciones... Para hacer las tareas, la gente iba a la
biblioteca municipal; un lugar muy acogedor que quedaba cerca de mi colegio...
Los paseos del curso eran a la piscicultura; corríamos y jugábamos todo ese
día, cada paseo, cada año...
Más de alguna vez viajé en tren a la capital del
país... Un viaje llamativo, monótono, donde se dormía mal, y se despertaba a
cada instante...
Extraño fue descubrir con los años, que en ese período
murió gente, por pensar diferente..., los tontos útiles, decían los abuelos. Y
tal vez tenían razón, pues, del extranjero llegaron Mesías anunciando la
‘alegría que ya venía’...
Esa alegría vino con revancha por lo ocurrido los
años anteriores... De repente, quienes eran hijos de ‘milico’ eran ciudadanos
de segunda clase... Los pobres recibían alguna limosna, esperanzas, y seguían
siendo igual de pobres... Los ‘ricos’, seguían abultando sus fortunas... Se
hablaba de la clase media, yo los veía a todos iguales...
Amigos comenzaron a verse con otros ojos... Que uno
era hijo del capitalismo; que otro era hijo de la vieja que se enriqueció en el
gobierno de la UP; que el otro era hijo del viejo que se llenó los bolsillos
gracias a los milicos; que otro era guacho (como O’Higgins); que la otra era
hija de la suelta de la tesorera del curso (que tuvo amoríos con el presidente
del mismo curso)...
¿En qué mundo había estado yo todo ese tiempo?...
¡Yo pensaba que conocía a toda esa gente!... Siempre me saludaban,
conversábamos, me contaban historias y compartíamos anécdotas... Nos contábamos
chistes, comíamos del mismo plato y con la misma cuchara... Me pegaron los
piojos (o yo a ellos)...
El tiempo ha pasado, los años se han ido sumando, y
cuando nos topamos en la calle, nos quedamos mirando con cara de ¡Yo he visto a
este tipo en alguna parte!...
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