lunes, 2 de junio de 2014

La Cena



Era el aniversario de matrimonio, y aunque ella estuvo varios días antes consultando si harían algo, él callaba o cambiaba el rumbo de la conversación...

Llegado el día, él solicitó permiso en su trabajo. Llevó los peques a la casa de sus suegros y les explicó lo que planeaba hacer. Ellos, que adoraban a los pequeños, se quedaron muy contentos de poder pasar una noche de regaloneo, con sus nietos...

Por su parte, él no quería una cena de restaurante... Él quería privacidad... Él quería la seguridad del hogar, y la cercanía del lecho... Hay que reconocer que desde el nacimiento de los pequeños, eran muy pocos los instantes de intimidad que podían disfrutar, plenamente y a gusto...

Se dio a la tarea de preparar el ambiente ideal... Como un hábil cazador que espera la presa, fue sigiloso. Puso atención hasta en el más mínimo detalle... Cubiertos, mantel, vasos... Comida... Y el postre; su postre sería ella...

En tanto llegara, la iba a recibir con un ramo de rosas rojas... Luego la invitaría a servirse un aperitivo; vino blanco bien frío, y una tabla de quesos, jamones y hongos silvestres (que él mismo preparaba en conservas)...

La cena consistiría en un corte de carne, para lo cual no escatimó en gastos... La preparó a fuego muy lento, con variados aliños. La idea es que cada trozo que se llevara a la boca, se deshiciera en esta, y que los aliños estimularan todos sus sentidos... De acompañamiento, unas papas duquesa, una salsa de champiñones y ensaladas varias (zanahorias con trozos de nueces; lechugas con palmitos y aceitunas)... Cosas ¡frescas!, como ella solía decir... Todo esto acompañado de vino tinto. Una mezcla de Syrah - Carménère, que a él le encantaba... A la temperatura justa...

Personalmente preparó cada plato, cada corte, cada pizca de aliño... No olvidando el detalle de la música. Temas antiguos, temas con los que la enamoró...

Y para la intimidad... Pétalos de rosa sobre la cama. Se dio el trabajo de perfumar las sábanas, de manera sutil, pero evidente... Todo era perfecto. Sólo faltaba que ella se hiciera presente...

Su vestuario, camisa holgada con dos botones desabrochados, que permitían ver el vello de su pecho; pantalón de tela y calzado liviano... (Ropa fácil de quitar, pensaba él). Afeitada al ras, y el perfume que ella le había obsequiado...

Sintió estacionar el auto y corrió a la puerta... Ella, elegantemente vestida, traía una pequeña cartera en su mano derecha, muy apegada a su vientre. Mientra con los dedos de la mano izquierda se tomaba las sienes... Pasó rápidamente por el comedor sin notar que la mesa estaba puesta... Llegó al dormitorio y se puso pijama, mientras le pedía a él que le llevara un "guatero" con agua caliente... 

Él corrió a la cocina, para llenar el guatero ... Mientras en la habitación, el perfume en las sábanas le provocó nauseas, y corrió al baño a vomitar lo poco que tenía en el estómago... Al salir, se topó con él; le dijo que era un imbécil por derramar su perfume favorito, tomó el guatero y se fue a la pieza de los niños, cerrando de golpe la puerta y poniendo llave a esta...

A esas alturas, el confundido marido pasó de la preocupación a la pena, y de la pena a la rabia... ¡Mujeres y su famoso período!... Entre dientes murmuró lo que parecían ser unos garabatos... Guardó la loza y el mantel... La tabla y el plato principal fueron a dar al basurero, y el vino... El vino, no. Llenó una copa y se sentó a oír la música que sonaba en ese instante... Se quedó horas sosteniendo la copa a medio llenar, mirando el fuego de la combustión lenta, a través del cristal de la puerta... 

Bebió de un sorbo el frío vino, y se fue a dormir... Solo... Triste... Apesadumbrado... Era una cena para olvidar...



1 comentario:

  1. Tu historia fue como una patada en la guata. Osea que la contaste tan bien que me sentí como el protagonista

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Gracias por dedicarme tu tiempo y tus palabras...